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La muerte de la bien amada, Marc Bernard

Cuando la vió supo que era el amor de su vida, junto a ella recorrió Europa a veces luchando contra los nazis, otras buscando abrigo de éstos. No en vano Else Reichmann era judía. Francia, Italia, España… iran recorriendo Europa en busca de la vida y de la posibilidad de estar juntos. Ella rehusará huir a Estados Unidos a fin de permanecer junto a él. Sólo en dos momentos se separan: durante una rabieta de Marc y su malentendida libertad y con la muerte de la propia Else.

Escrita en primera persona, es terriblemente dura y tierna a la vez, un amor que dura 30 años rodeado de adversidades pero profundo en la fe del uno en el otro. Judia austriaca, Else que se nos revela, no como la compañera del luchador infatigable, sino como el alter ego del mismo, debe hacer frente a multiples vicisitudes para seguir con vida. Es difícil entender la trayectoria del uno sin el otro, como bien nos explica Marc a lo largo de la narración.

Es tremendo pensar que los momentos mas álgidos de su vida en pareja se darán a pocos meses de la muerte de Else… cuyo deslizarse hacia el final nos es narrado con un dolor desgarrador por su compañero. Sólo quien ha sufrido una pérdida similar puede entender la magnitud de la misma.Hay que haber amado mucho para vivir de esa forma ese trágico y terrible final.

Marc pensará en el suicidio, en darse fin junto con ella… Pero será al final ella misma la que le de un motivo para seguir viviendo, seguir escribiendo, vivir a través de la pluma… y la utilizará para inmortalizar a la figura de su memorable esposa: “lo que importa es que he tenido el honor, la dicha de conocerte, que no se me ha considerado indigno de ello”.

Mistralia, Eugenio Fuentes

Eugenio Fuentes

Eugenio Fuentes, su creador, ha logrado consolidarse como uno de nuestros escritores de novela negra más cotizados en el extranjero (se ha traducido traduce a más de 12 idiomas) y en esta entrega se muestra quizá más localista pero no por ello menos interesante.

He de confesar que la novela me llamó la atención -aparte de porque sigo a Fuentes- por su portada (vaya, que tontería, pensarán algunos..).
Asó, el molino de energía eólica me recordaba mis últimas vacaciones y las discusiones de cómo se subiría a su torreta, para que serviría la puerta de la base, como arreglarían las averías…, los chistes del enanito que manejaba el aparato desde el interior…
Cosas que en la novela tienen su aquél porque el cadáver aparece colgando del molino eólico….. y no voy a daros más carnaza.

La asesinada es una alta directiva de Mistralia, empresa dedicada a la explotación de energía eólica, y -como en las de Agatha Christie- todo el mundo tiene razones para matarla: un ex-novio, una compañera a la que le levantó el novio, otra compañera a la que hacía mobing, un rival del trabajo, unos granjeros que van a ser expropiados…. todo en el contexto de una empresa que necesita comprar tierras y una parte de los habitantes de éstas que no quieren vender…..

Hay de todo y para todos y escrito de forma muy agil, rápida, que genera esas ganas de continuar y llegar al desenlace que hace que sus casi 300 páginas se pasen en un voleo.
En cuanto a nuestro amigo Cupido una vez más da con la verdad aunque no con la que él considera justa… y sin apenas despeinarse.

Lo que dijo Harriet

Beryl Bainbridge

Beryl Bainbridge marca rápidamente las reglas del juego: la bella Harriet y la sin-nombre amiga dedicaran sus vacaciones a escribir sus diarios y a escudriñar en las vidas de los que les rodean.
Harriet pasa por ser una mala influencia, ya que está más adelantada para su edad que nuestra otra protagonista. Sin embargo, hay momentos en que incluso dudamos que existan ambas, siendo Harriet una parte del yo de la protagonista sin nombre.

Así las cosas, la figura del Zar -un hombre casado, corriente, vulgar, que cae en las redes de la belleza de las jovenes lolitas- cobrará una gran importancia: se convertirá en la diana de las acciones de las muchachas, en una diana peligrosa que marcará la vida de todos ellos para siempre.

Importante relevancia tienen el resto de actores del drama, cuyas voces nos llegan a través de la protagonista: la mujer del Zar -una mujeruca sin importancia-, su hermana -madre de un hijo deficiente-, los padres de Harriet -siempre ausentes-, el canónigo -en su sempiterna lucha contra el mal-…. y los miedos de la propia e inominada protagonista ante la actitud de sus padres, hartos de sus tonterías y líos.

Esta novela fue escrita en 1960 y no encontró editor hasta 1972, por lo «desagradable y truculento» del entramado. Ello es una razón más para echarle una ojeada y comprobar si era precisa esta ¨autocensura¨.
Sea como fuere aseguro que aunque uno se teme lo peor, la novela aporta mucho más que ésto, pasando de ser un entretenimiento más o menos seductor a una realidad sangrienta, que pone de manifiesto la crueldad de la infancia y la capacidad de la manipulación para manejar individuos tengan estos la edad que tengan.

Nunca sabremos si al Zar sus minutos de gloria le valieron la pena…

1177 a.C.: El año en que la civilización se derrumbó, Eric H. Cline

1177 a.C.: el año en que la civilización se derrumbó, Eric H. Cline1177 a.C.: El año en que la civilización se derrumbó
Eric H. Cline
Crítica, 2015
351 páginas, 24,90€
ISBN 9788498927757

Hoy toca Historia. Sísísí. Y no se me quejen que podía haber sido física cuántica. Como soy de natural tierno, me apiadaré de Vds. y elegiré una lección facilita. Ligera. Sin complicaciones. ¿Alguien sabe algo sobre la Edad de Bronce? No, no es la que viene tras la de Oro y la de Plata. Es otra. El caso es que el libro que les propongo aborda este apasionante tema. Sí, he dicho apasionante. Entiendo que dicho de tal manera, edadebronce, así sin avisar y a bocajarro, nos pueda dejar un poco descolocados, uy lo que ha dicho y tal. Pero si escarbamos un poquito encontramos ganchos más que interesantes, como por ejemplo Antiguo Egipto, imperio hitita, guerra de Troya, invasión de los Pueblos del Mar, en fin, nombres que, quien más quien menos, los sentirá como mínimo evocadores y exóticos.

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