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El dolor que nos une, David Mark

Grandullón, pelirrojo, buen tipo, amante de su familia, protector de su comunidad… Aector McAvoy ha nacido para ser policía y disfruta con su profesión, aunque intenta mantenerse al margen de la violencia gratuita.
Sin embargo, en esta tercera entrega de sus casos, deberá enfrentarse a una encuesta por parte de asuntos internos -en concreto un seguimiento psicológico- que está poniendo patas arriba su universo interior, a su relación con su mujer -a la que adora, pero a la que oculta un terrible secreto- y a todas esas turbias historias que adornan el caso.

Si el personaje de McAvoy resulta interesante por su diferencia -es un hombre que destila afabilidad, un compañero fiable y bondadoso- tambien lo son muchos de sus compañeros: la superintendente Pharaoh -una mujer dura y desenvuelta, con aspecto de motera, pero que cuida de un marido gravemente enfermo-, la agente Helen Tremberg -que solo intenta hacer bien su trabajo y admira a rabiar a McAvoy-…

Todos ellos van a sentir en sus carnes el dolor, que al final será el nexo de unión de los sucesos que tendran lugar a lo largo de la narración. Porque en un ambiente tórrido, pesado, insano….asistiremos a una constatación: las personas buenas no estan exentas de sufrir, de padecer, de verse inmersas en sucesos catastróficos que hundirán sus vidas para siempre. El mal siempre está presente y acabará ensuciandolo todo, dando lugar al deterioro de las relaciones humanas.

La madeja se ira desenrollando mostrando cual es “el dolor que nos une”,que es, al fin, el motor de la venganza.
Aun siguiendo con atención todos y cada uno de los hilos, se hace muy difícil siquiera adivinar a quien pertenece la mano que mueve el teatrillo en el que, como figuritas atontadas, esas personas bondadosas intentan evitar lo que se les viene encima.
Y para colmo, David Mark nos regala un final no cerrado del todo, con lo cual nos veremos obligados a seguir a McAvoy al menos un caso más (?)… Una novela policíaca muy dura, de las que hace que la mente trabaje a la búsqueda de una razón y un autor para tanta muerte y horror.

No apagues la luz

Bernard Minier

En esta entrega, Servaz está ingresado en un centro para policías, noqueado por la horrible pérdida de su mujer. Asqueado, evita cualquier contacto con el exterior alimentándose del odio hacia su asesino… hasta que una llave de hotel llega a sus manos y le pone en la pista de un nuevo caso.
Su afán por saber le sacará de su aislamiento y comenzará una lucha en solitario por obtener la verdad.

En paralelo, una periodista de éxito, Christine Steinmeyer, está viendo arruinada su vida por un acosador, un ser violento que va apretándole las tuercas de manera inexorable.
Como habréis adivinado, ambas historias confluyen, brindándonos un amplio panorama de pistas, trampas, testigos, amenazas, agresiones…. que van tomando nuevos rumbos mientras avanzamos en la lectura.
Es de esas novelas plagadas de secretos y tics, que acaparan nuestra atención a poco que tengamos un poco de paciencia (no debemos de olvidar que, de entrada, resulta algo potente, ya que tiene 574 páginas).

Si la trama esta bien trazada y los personajes resultan creíbles, se debe en gran parte al esfuerzo que realiza Minier por documentarse. Así, el tratamiento que da al acoso, y en concreto al acoso y maltrato a la mujer, esta fundamentado en los libros de Marie-France Hirigoyen, lo que le da un marchamo de veracidad.
Lo mismo sucede con el tema de la carrera espacial o el mundo de la ópera, tambien presentes en la novela.

Vamos, lo tiene todo, y realmente uno no tiene ganas de apagar la luz sino de empezar el siguiente capítulo a la caza de una nueva pista o una nueva teoría a la que dar vueltas y comprobar si somos tan capaces como monsieur Servaz. Bienvenidos al universo de Bernard Minier.