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Pista negra, Antonio Manzini

Es, tratándose de un titulo de la colección black, una novela negra. Sin embargo, aunque lo es de manual -un asesinato en las pistas de esquí, un pueblo muy pequeño donde todos se conocen, donde razones para cargarse al interfecto hay bastantes y un comisario de policía venido de Roma y pelín cabreado por encontrarse en este valle perdido y tan poco amigable (se esta cargando sus finísimos clarks por pares)-, tiene unos ingredientes que lo dotan de un plus: la vida en el valle de Aosta y sus costumbres, el impacto del turismo, lo enigmático y huraño de los lugareños…

El subjefe de la policía de Roma, Schiavone, aterriza de forma obligada en este lugar en las antípodas de la culta, refinada y sofisticada ciudad a la que esta acostumbrado.Su encaje es casi imposible y ello dará lugar a momentos incluso divertidos.
El pasado de Rocco se irá desgranando a través de sus páginas y marcando su forma de comportarse: insolente, maleducado, hosco, bronco, desleal, machista, avinagrado, clasista, saltándose todas las normas imaginables y metiéndose en territorios no precisamente legales.

El caso, sí, será resuelto, pero esa es otra historia. Porque Schiavone es muy, pero que muy eficaz, y eso sus jefes lo saben.
A pesar de mofarse de todos y de todo, no puede dejar un asunto sin cerrar, un crimen sin resolver, una mentira sin destapar… cuidando de que sus trapos sucios queden guardados en el armario más oportuno.
Irónico y descarnado, irá matando sus penas de la única manera que sabe, huyendo hacia adelante bien en la búsqueda del asesino, bien macerándose en su propio sufrimiento.

Vaya, que me alegro de haber escuchado a mi colega y ahora sí estoy en condiciones de seguirle la pista a nuestro subjefe Schiavone. Creo que hemos hecho un nuevo fichaje. Al tiempo.

Las chicas, Emma Cline

Pero a veces, algunas veces, nos puede la curiosidad y esta es recompensada: a pesar de todo lo reseñado anteriormente Las chicas de Emma Cline es una novela que merece la pena, y mucho.

El verano de 1969 en California es el marco en el que se desarrolla la acción: el verano del amor, de la necesidad de emociones fuertes, del coqueteo con las drogas, de la huida hacia adelante…y el verano en que nuestra joven e insegura protagonista, Evie, vivirá una experiencia que la marcará para siempre.
Compartiremos con Evie un viaje iniciático: el fin de las normas, del sentido de culpa, la búsqueda del placer y del amor, el desprecio por la forma de vida de sus padres.
En ese viaje, Evie perdera la inocencia y se verá sumergida en algo mucho más complejo que el tonteo con la coca o el alcohol.
Evie conocerá a las chicas, a las satélites del gurú Russell y con ellas la vida de la comuna y sus singulares -y no por ello menos estrictas- leyes.

Tomando como referente a la familia Manson y sus actividades, que forman parte de la crónica negra americana, Cline elabora un descenso a los infiernos de manera suave, pausado, introduciéndonos en lo que es la secta y lo que va suponiendo para cada una de sus jóvenes integrantes.
La figura central del gurú no lo es tanto para el lector: el foco se sitúa siempre en ellas, las chicas, las sacerdotisas de ese juego macabro, las manipuladas y las manipuladoras, las que se ven abocadas a un trágico final.

Estas chicas cambiarán de algún modo el poder de sus familias -de sus padres y hermanos- por la figura paternal de Russell, al que obedecerán sin reparos.
Es más, rivalizarán entre ellas para superar todas las pruebas impuestas por él, por ser las mejores, las elegidas.

La novela transita entre dos planos teniendo siempre a Evie como protagonista: la Evie niña que observará entre alucinada y consternada todo lo que esta sucediendo y la Evie madura que recordará aquel tiempo y lo que supuso para ella.

Bien construida, narrada con gran sensibilidad, dibuja personajes con gran talento -destaca la enigmática Suzanne- y nos transporta a una realidad que sigue siendo eso, real: la eterna búsqueda de un mundo mejor, donde uno quiere encajar y al que no importa el costo que hay que pagar para acceder.

El paraíso perdido, de John Milton, Pablo Auladell

El autor de El paraíso perdido, el dibujante e ilustrador Pablo Auladell, se incorpora por la puerta grande a nuestro particular panteón de deidades comiqueras. Y nunca mejor dicho, por cuanto el tema tratado es precisamente el de dioses y monstruos. Reproduce en lenguaje de viñetas y bocadillos la imperecedera obra del poeta del siglo XVII John Milton, lo cual puede parecer sorprendente, pero visto el resultado, hemos de afirmar que la copia no desmerece en nada al original (con la venia de tan insigne literato). Dicho lo cual, también quisiera añadir que el mundo de la poesía no le sienta nada mal al cómic. Cierro digresión.

Reproduce esta novela gráfica, decíamos, la obra en la que Milton, gigante de las letras anglosajonas, con hermosas y épicas palabras, glosa el génesis de la Humanidad y el Origen del Mal. Un mal encarnado en un Satán verdaderamente escalofriante en manos de nuestro premiado dibujante, que lo mismo mueve a lástima como a profundo pavor. Tan pronto se siente uno identificado con él, como lo rechaza visceralmente. Pavor, sin embargo, no mayor que el provocado por un Dios omnipotente y su cohorte de arcángeles, glacial y terroríficamente bellos en la pluma del ilustrador alicantino. Su arte muestra lo sobrehumano de estos seres gracias a una magistral combinación y contraposición tanto de colores como de trazos. La caracterización de Satán, huyendo de todo estereotipo es, sencilla y llanamente, soberbia en cualquiera de sus encarnaciones, digna de convertirse en arquetipo estético para futuras generaciones. Al diablo con el olor a azufre, los cuernos y el rabo puntiagudo, el Satán de Auladell es digno de poblar, en adelante, nuestras más perturbadoras pesadillas.