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Nov / 2018

La literatura no tiene fin

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En la edición del año pasado Literaktum dio un salto como festival: cambió sus fechas de mayo a noviembre, amplió su red de colaboradores y sumó nuevas secciones a su programa. Este Literaktum 18 ha sido la consolidación de ese salto. Más de 3.000 personas han asistido a las casi 30 actividades que han contado con más de 50 invitados e invitadas y que se han repartido por toda la ciudad durante once días.

Definitivamente, la literatura tiene en Literaktum su gran cita donostiarra. Un festival que sigue creciendo en cada edición. Y lo hace porque hay un público numeroso con ganas de escuchar a los escritores y escritoras hablar de sus obras y abordar cuestiones relevantes de nuestro tiempo. Vivimos, como sociedad y como individuos, un momento de transformación, de retos, de desafíos, y la palabra creativa y el discurso crítico pueden ayudarnos a trazar un mapa con el que orientarnos, con el que entender mejor el mundo.

Prueba de ello son las sesiones abarrotadas para asistir a los coloquios entre Nacho Carretero y David Trueba, entre Slavenka Drakulić y Luisa Etxenike, entre Manuel Vilas y Juan José Millás, entre Danele Sarriugarte y Fernando Broncano o entre Iban Zaldua y Ramon Saizarbitoria. Todos y todas han partido de la literatura para hablar de algunos de los debates clave del presente, como hicieron también los invitados a los micro-debates Pentsatu!, organizados en colaboración con la Facultad de Filosofía de la UPV.

Pero la literatura tiene muchos caminos. Algunos nos llevan al debate y la reflexión, y otros nos invitan a descubrir o conocer mejor una obra o un autor o autora. Ha habido en Literaktum 18 grandes momentos literarios. Laura Restrepo hizo una emocionante reivindicación de la literatura como acto de fe en el ser humano; Katixa Agirre nos puso ante Amek ez dute, una historia que se asoma a las aristas de la maternidad, y Harkaitz Cano reflexionó, al hilo de Fakirraren ahotsa, sobre los mecanismos de la creación y sobre el modo en que la literatura puede alimentarse de la historia o el testimonio.

En Literaktum la palabra amplificada, escenificada, tiene siempre un importante protagonismo. Tres piezas de gran calidad pusieron de relieve esta apuesta que hace el festival por los formatos que ponen en diálogo la literatura con otros lenguajes. Xabier Erkizia y Arantxa Iturbe crearon a partir del archivo sonoro Idazlezainak del Servicio de Bibliotecas de Donostia Kultura la obra Afoniak, una pieza a medio camino entre la radio y el arte sonoro que bucea en conceptos como la voz, la autoría o la comunicación literaria.

Amor oscuro [Sonetos], de la compañía Viridiana, puso lo mejor del lenguaje escénico, la desnudez del actor y la palabra, al servicio de una de las cimas de la poesía amorosa del siglo XX, los Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca. El público, situado en el mismo escenario que el actor (un Javier García Ortega todoterreno y en estado de gracia), guardará seguro este momento en su memoria.

Un paseo por la literatura vasca clásica, juguetón y lleno de humor, es lo que nos propuso Bernardo Atxaga en Martuteneko kartzelan. Acompañado por el actor Joxe Kruz Gurrutxaga, Atxaga convierte una conferencia que impartió hace años en la cárcel de Martutene, en una deliciosa lectura dramatizada que, entre sonrisas y textos clásicos, nos recuerda que la literatura es quizá, antes que nada, un juego, pero un juego que nos conecta con los demás y con el mundo; un espacio de libertad en el que reunirnos y reconocernos.

Y ha habido más, mucho más: autores jóvenes que nos hablan de la literatura que viene, exposiciones, cenas literarias, paseos, actividades infantiles… Maneras de fingir que abarcamos durante unos días lo que en realidad no tiene fin: la literatura. Hasta el año que viene.