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Nov / 2016

Maratones para todos. De ataúdes, crudezas y nazis perdidos

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Llegar con energía al final de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián es todo un reto, o incluso diría que es una misión prácticamente imposible. Los festivales de cine requieren de sus espectadores una fuerza cinéfila casi sobrehumana en sus breves pero intensas jornadas, especialmente si se quiere catar de todo un poco. Nuestra Semana podría verse como una excepción en este sentido, ya que nos deja descansar de día (como no podía ser de otra manera dado su carácter casi noctámbulo). Pero no, nada más lejos de la realidad. Y es que los 7 días que dura nuestro festival del horror no sólo nos sentamos delante de la pantalla a ver películas, además nos lanzamos a empujarlas y elevarlas hacia el extraordinario mundo de la participación colectiva. Antes de que la palabra interactuar se inventara, antes de los feedback, ya estábamos nosotros allí. Más de una vez se ha dicho que la Semana es su público y a estas alturas, tras 27 años, seguimos en la brecha.

Ayer, 3 de noviembre, la tarde empezó con el segundo de los habituales maratones que se dedican al cortometraje (el primero fue el de los cortos de animación, ya glosado en la entrada en euskera), y además de verlos, lo más jugoso suele ser observar cuán audaces son sus creadores por subirse al temible escenario del Teatro Principal. Estoy seguro de que el bautismo que algunos y algunas suelen recibir por parte del respetable durante las presentaciones de sus pequeñas obras quedará como recuerdo imborrable en sus memorias. Envenenado y terrible para algunos, glorioso y gozoso para otros.

Foto: Zigor Etxebeste

Foto: Zigor Etxebeste

El maratón consistió en 8 cortos españoles de todo tipo. Entre ellos esperábamos con inquietud Hileta, la propuesta que nos traía uno de los viejos conocidos de la Semana, Kepa Sojo. Sabíamos que copiaba sin descaro ni disimulo la última secuencia de una de las obras maestras del gran danés Dreyer, Ordet. Eso sí, en euskera y con rutilantes actores vascos. El ingrediente que añade al final hace que esa gran escena se convierta algo muy del estilo de Sojo. Y otros cortos que me gustaron especialmente fueron Behind (que se ha llevado el jugoso premio del público), por el intenso ritmo con el que llevaba una historia que en principio no parecía sorprender; You’re Gonna Die Tonight, un homenaje a algunos cineastas del terror de los 80, sobre todo Carpenter; y Jules D. (premio SyFy), una nueva revisión del vampirismo, aunque en este caso recordando más al «pequeño vampiro» que a otras referencias clásicas.

Foto: Iñigo Royo

Foto: Iñigo Royo

Ya metidos en la siguiente sesión de la tarde el director Haritz Zubillaga volvió a subirse al escenario para presentar (es un decir) el largo que nos llevaba anunciando desde el año pasado, El ataúd de cristal. Partiendo de una premisa quizá ya vista en otras películas (encerrado o amenazado por una presencia exterior, el protagonista se ve obligado a hacer cosas que no haría bajo ningún concepto en una situación normal), el debut de Zubillaga introduce al espectador en una situación agobiante que en escasa hora y cuarto arrastra a su protagonista por todo tipo de vejaciones. Quizá el excesivo uso de efectos sonoros y una música siempre presente hacen que la limusina en la que viaja Amanda (Paola Bontempi) al final haga aguas y no convenza del todo. Eso sí, queremos que Haritz Zubillaga vuelva por aquí, y que vuelva al karaoke.

Para terminar el día de ayer, otra doble ración. La película franco-belga Crudo llegaba con muy buenas (y escandalosas) referencias de otros festivales y la verdad es que no defraudó. Su directora debutante, Julia Ducournau, tiene claras referencias en Cronenberg y Lynch, pero hace suyo el material de la película, cuya historia va engullendo y masticando su aparente normalidad para escupirla gradualmente en una especie de canibalismo liberador. Y nos gustó. El público de la Semana también disfruta de películas arriesgadas.

Huset (The house)

Huset (The house)

Lo último de la jornada fue The House, una historia de nazis perdidos en Noruega. Pero quien hubiera creído que iba a ser la tercera parte de Dead Snow, se equivocó por completo. Aquí los nazis llevan todas las de perder, y no son zombis. Metidos en un bucle espacio-temporal del que no pueden escapar, los dos nazis protagonistas casi son dignos de lástima porque, como alguno gritó desde el público, estaban en un auténtico «día de la marmota». Eso sí, en Noruega. Y sin Sonny & Cher.

El espacio para hablar de las exposiciones lo dejaremos para más adelante, por hoy esto es todo, amigos.

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