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Baruc en el rio, Rubén Abella

Bueno, pues sí pero no. Rubén Abella en esta -si llevo bien la cuenta- su tercera novela, nos presenta una bonita historia muy, pero que muy bien contada: uno de los chicos -el más pequeño-, recrea 30 años después lo que pasó esa plomiza tarde de agosto en la vida de su hermano Baruc, su compañero de juegos, el indispensable e increíble hermano mayor…y lo que ese suceso supuso para los miembros de la familia y los vecinos y amigos del barrio.

De su voz asistiremos al devenir de los hechos, marcados por la aparición de Tigre, el perro vagabundo.
A veces un suceso menor hace las funciones de una cerilla en un matorral. Esta vez será el perro el que inicie el incendio y reviente la más o menos apacible existencia de Baruc y su familia.
El “incendio” servirá al joven narrador para introducir en la acción a los familiares, vecinos y demás fauna del barrio -Padre y Madre, el tío Sócrates y su famosa partida con Bobby Fischer, el Ogro, los refranes de la abuela Milagros, ..- y las vidas de cada uno de ellos, el por qué de quiénes son ahora, quiénes fueron y qué deseaban ser.
Los personajes están increíblemente bien dibujados y aportan sus propias y magníficas historias.Tanto es así que componen pequeños relatos dentro de la propia narración.

El escenario tiene también su miga: es La Isla, una zona del río cercano donde los chavales ríen, juegan, pescan o lo intentan, donde miden sus fuerzas y su valentía, donde sueñan que son hombres.
Mientras, los adultos se mueven en una vida de “verdad”, luchando o no por sacar la familia adelante, trabajando, batiéndose el cobre por sobrevivir o dejando que todo siga su ritmo sin intentar variarlo.

Yo no destripo. No os contaré qué sucedió exactamente. No pasaré cuenta de lo que supuso para cada uno de ellos. Pero sí que os recomendaré que dediquéis un rato a esta novela ágil pero compleja, con muchas lecturas y aristas, y en la que uno no puede dejar de verse reflejado. Una vez que asomas la nariz al universo de Baruc ya no hay marcha atrás.

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