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El muñeco de nieve, Jo Nesbo

Los hay perfeccionistas, los hay alcohólicos, huérfanos de patria y familia, noruegos, de Tomelloso, africanas, de las que sólo tienen un vestido negro para las fiestas, tiarrones, pequeños y malencarados… pero Harry Hole, el detective de Nesbo, no es uno más: reúne muchas de estas características pero lo hace de una manera muy compacta, en la que no descolla especialmente ninguna de ellas.

Básicamente alto y feo, Hole se machaca en el gimnasio para intentar controlar su alcoholismo (no es un ex, nunca se es un ex y él lo sabe) y el oscuro poso que van dejando en él los horribles casos a los que se enfrenta. Sus compañeros en el mejor de los casos le ignoran y su vida privada tampoco es una maravilla: su hermana es Down y su pareja, Rakel, -a la que ama sobre todas las cosas- le ha dado boleta harta de que se lleve sus terrores a la cama y acabe marcando negativamente sus vidas y la del hijo de ella, Oleg, por quien Harry siente veneración.

¿Y cómo se enfrenta este hombre a un asesino en serie, alias muñeco de nieve, que mata mujeres cada invierno con un truculento patrón y una puesta en escena aún más terrorífica?
A pecho descubierto. Harry tiene un olfato especial que le hace ser odiado y respetado a la vez.Tantas veces se le intenta apartar de su trabajo, tantas otras se le vuelve a recuperar para casos imposibles. Porque Harry vive, respira, sufre y hasta muere un poco en cada enfrentamiento con el mal, y él mismo está ya un poco harto de ello.

Que el caso sea peliagudo y salgan sospechosos como setas y que a veces, pocas, dudemos de la capacidad resolutiva de Hole, hace que la novela ponga en jaque al lector que quiere ir dos pasos por delante del detective… (ni lo intenteís..el mismo Harry reconoce ir siempre varios detrás de Murri el muñeco de nieve..).

Y para los más “romanticos” un final Casablanca a lo noruego de no perderse…

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