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El olor del bosque

Hélène Gestern

El olor del bosque, Hélène Gestern

Ed. Periférica&Errata naturae, 2020

777 pág.; 26,90€.

ISBN 9788416291991

 

Las pérdidas hacen aflorar la esencia del ser humano. Amorosas, familiares, extrañas, recientes o lejanas en el tiempo… Y a ese ser humano le gusta verse reflejado en las historias de dolor y/o de supervivencia de otros… Estamos ante una novela extraordinaria.

A pesar de su extensión -más de 700 páginas- fluye como un río: a veces más vivaz, otras más sinuoso. De colores tan brillantes bajo el sol como oscuros por el cieno y el lodo. En ella, Hélène Gestern dirige -con criterio-, un circo de varias pistas: en primer término la historia personal de la narradora, la historiadora de fotografía Elisabeth Bathori. Y como investigadora, la de unas cartas, unas misivas que relacionan a un gran poeta -Anatole Massis- con un amigo muerto en la gran guerra -Alban de Willecot- y una novia ¿de ambos?. Las pesquisas abren a su vez varias cajas de Pandora y convierten a la narración en un ejercício de prestidigitación.

Con un estilo hábil, que mezcla los sucesos, con los textos de las cartas, notas, apuntes… y a los descendientes de estas vidas marcadas por la creación y el terror, por la poesía y el pacifismo militante ante el desastre moral que suponen, tanto la Primera Guerra Mundial como el ascenso del nazismo, en un mundo que pierde su rumbo y va derivando a una espiral de terror.

Pero hay más: las historias de amor -siempre el amor- de la narradora, -la que fue y duele y la que inaugura y hiere tambien-; la cómplice y sorprendente del trío central ; la de los amantes fugitivos; la de las familias de los deportados y desaparecidos… formando un grito coral en contra de la violencia que desatan los conflictos armados y una esperanza en la acción individual, como la de Alban y sus amigos, al guardar clandestinamente unas fotos para su posterior descubrimiento y difusión.

La autora desgrana y describe con toda su crudeza las idas y venidas de sus personajes y logra hacernos complices del dolor y mantenernos atentos, intrigados, hasta el final. Una lectura rotunda, como el olor del bosque.

Tal vez estemos ante la novela del año.

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