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Los informantes

Juan Gabriel Vásquez

El argumento es, de entrada, de lo más sugerente: un escritor que se sumerge en la vida de una mujer alemana que llega a Colombia poco antes de la Segunda Guerra Mundial. La publicación de su libro traerá consigo la ira y el rechazo incomprensible de su padre. ¿Qué esconde ese odio? ¿Que secretos de esa época que evoca Gabriel Santoro hieren tanto a su progenitor?

Durante la narración asistiremos a ese encuentro entre padre e hijo, y con la muerte del primero, al esfuerzo del narrador por desenvolver las capas de la cebolla: los secretos de una comunidad de alemanes que se ven destinados a ingresar en campos de concentración, a la delación, o al exilio interior.
En ese período no es sólo Estados Unidos quien interna a los posibles enemigos (japoneses e italianos principalmente) en campos, negándoles los derechos que como ciudadanos tenían hasta entonces. En Sudamérica, y por presiones de los norteamericanos, muchos gobiernos optaron por medidas similares, afectando, como en este caso, a ciudadanos ejemplares incluyendo a los judío-alemanes.

Con estos mimbres, Vásquez elabora una crónica repleta de interrogantes y bucea en la relación paternofilial, la amistad, el implacable paso del tiempo, las decisiones comprometidas, los amores que no soportan los vaivenes de la vida, las renuncias, el sentimiento patriótico y sus derivadas…
Acompañaremos a un hombre que quiere reparar el daño, a los encausados, a los giros del destino, a los silencios, …a los intentos de redención que no son tales.

Repleta de intimismo y, a su vez, bastante quirúrgica al tratar los sentimientos, es una novela que se lee francamente bien y donde destaca la fuerza de los protagonistas: los dos Gabriel Santoro -padre e hijo-, Sara Guterman -la “materia” del libro-, Konrad Deresser y su hijo Enrique -sujetos del horror que desencadena la delación-…
Un ejemplo más de la gran fuerza que ocultan los secretos y que, a veces, al desvelarse, causan aún más dolor que el que trataban de evitar.

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