Desperta Ferro, 2019.
637 páginas, 42,70 €
ISBN 9788494954085
El mar o la mar. Esa extensa materia indivisible y profunda, que causa a la par curiosidad y miedo, surcada y habitada por animales marinos o las mismísimas sirenas de Ulises.
Pues de eso va este gran libro -tanto en formato como en contenidos- de Barry Cunliffe. ¿Quién es Cunliffe? Bueno, pues basta decir que ha dedicado toda su vida a la arqueología -tanto en trabajo de campo como en la docencia- y sus “medallas” son innumerables.
El autor se marca una tarea de campeonato: hacernos partícipes de la sorprendente relación entre los seres humanos y el mar con la prehistoria europea como inicio, hasta la pugna entre Enrique el Navegante de Portugal y la Corona española por averiguar que ocurría más allá de la mar océana.
Citando múltiples fuentes -históricas, mitológicas, folklóricas- y apoyándose en una extensa cartografía -orientada tal y como lo hacían los navegantes de la época siguiendo la puesta del sol-, nos invita a conocer a las comunidades de espaldas al mar y a otras cuyos deseos de saber -y tambien, no lo olvidemos, presionados por la demografía o la escasez de recursos o incluso cambios climáticos-, les llevan a realizar viajes alucinantes.
Es ese afán el que abre nuevas rutas de navegación, rutas económicas y de migración, el que conecta las diferentes áreas de la vasta Europa y la moldea y configura.
Los periplos y los portulanos, las tradiciones orales bretonas e irlandesas, el intercambio de productos, la propagación de nuevas técnicas, la creación de redes de expansión desde época bien temprana… No podemos entender la Europa de hoy sin los diferentes exploradores -cretenses, vikingos, egipcios, fenicios..-, constructores de imperios que se irán sucediendo en el tiempo que explica -a veces de manera excesivamente exhaustiva- Sir Cunliffe.
Son sus protagonistas marineros excelentes (fenicios), filibusteros (todos), visionarios (vikingos)..y sus diferentes destrezas (barcos de madera de meru y cedro, de pieles, carracas, cocas, galeras..).
El mar da, y la necesidad y la curiosidad hacen de los pueblos que nos preceden motivo de asombro y, ¿por qué no? De reflexión.
Lo dicho: ánimo y a navegar.