Jaritos es políticamente incorrecto, amante de su Mirafiori –que tiene 40 años-, en desacuerdo la mayor parte de las veces con la jerarquía a la que debe obedecer, un tipo que sabe llevar a su mujer -ello le da tablas para interrogar a sus sospechosos-, poco amante de la pompa y mucho de las comiditas que le prepara su Adrianí.
No creo equivocarme mucho si identifico a Jaritos como alter ego del propio Markaris que utiliza a su detective en una Grecia caótica a punto de iniciarse los Juegos Olímpicos, para pegarle un repaso a la propia ciudad, al país y a sus dirigentes. Aunque ha iniciado una trilogía que tiene como telón de fondo la crisis –se inicia con Con el agua al cuello– ya en esta novela anterior descubrimos muchos de los ingredientes de esa crítica, que aparece también en la mayoría de las entrevistas que concede.
No hay que olvidar que si Jaritos era policía en la etapa de la dictadura de los Coroneles, Markaris siempre ha mantenido opiniones nada cercanas al poder y ello y su propia edad (75 años) hacen que su opinión tenga un cierto peso.
Pregunta obligada: ¿de que va el libro? Kostas esta de baja y se aburre. Por ello el suicidio del constructor Iasonas Favieros, en directo, por televisión, le pilla en el salón como espectador de primera fila. Favieros no ha parado de enriquecerse desde que cayeron los Coroneles, y utilizó su estancia en la cárcel y las torturas bajo ese régimen, para iniciar un emporio al que quiere poner la guinda con los jugosos beneficios de las construcciones de los Juegos Olímpicos. A partir de este hecho se articula una novela ingeniosa, muy ágil, que, con mucho humor, – muchas veces caústico-, no pierde ese punto de vista ácido y anlítico tanto en lo social como en lo político.
Habrá más suicidios en directo y Jaritos se verá envuelto en situaciones de lo más variadas con personajes como los inmigrantes de los Balcanes que trabajaban para Favieros, el periodista Sotiropoulos, un comunista de los viejos tiempos como Zisis, las desconsoladas y no tan desconsoladas viudas de los supuestos suicidas…… todo ello en una Atenas colapsada de coches, manifestaciones, bocinazos, y con Jaritos mordaz, divertido, cínico y demoledor tanto en la realidad como en sus pensamientos.
Se me olvidaba: como todos los detectives que se precien tiene una «manía», una «mascota», algo que le hace peculiar: a Kostas Jaritos le encanta su “compañero”, el Diccionario Dimitrakos de ¡1954¡