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Télex desde Cuba, Rachel Kushner

Télex desde Cuba, Rachel KushnerTélex desde Cuba, Rachel Kushner

Libros del Asteroide, 2011

415 páginas, 21,80 €.

ISBN 9788492663392

Hay palabras que nos hablan del pasado, de ese tiempo ya vivido o sufrido o sentido o dormido, del que fué y difícilmente volverá. Así, «télex» nos lleva a épocas en que la comunicación a distancia era un descubrimiento, un tesoro, un poder… momentos de esperas, de decisiones, de acontecimientos.

Rachel Kushner nos lleva a Cuba, a la nunca independiente Perla del Caribe, pasando de manos españolas a americanas (1898) y posteriormente manejada y explotada por las Compañías… y en concreto por la United Fruit Company.

La Cuba colonizada donde los señoritos no son otros que los estadounidenses colocados por sus empresas para sacar partido al azúcar, a la fruta, al níquel…Trabajadores de cuello blanco que buscan salir de situaciones de penuria en la madre patria o de problemas con la justicia. Y es que las “uniteds” hacen de La Habana y, en menor medida, de Oriente, sucursales del “american way of life”, con sus Sears, sus parquímetros, sus televisores en color, sus magníficas piscinas, sus pinos congelados de Virginia para celebrar la navidad… mientras los que se baten el cobre son los negros, los cubanos, los nativos.. esos seres tan descaradamente diferentes e inferiores, meros espectadores. Es la vida de los que visitan el Club Panamericano -los colonos- y es la de la “plebe” oscura, y la de los barbudos que se alzan en Sierra Maestra, y la de los tiranos Batista -protegido de la Fruit-, y sus vecinos Trujillo y Papa Doc -Duvalier-.

De los de arriba y de los abajo nos hablaran los dos protagonistas, K.C. Stites y Everly Lederer, dos niños, dos colonos, que crecerán en esa burbuja conectándose a su manera con la cambiante realidad: el primero hijo del Director y con un hermano que se ha echado al monte; y la segunda con su afán de entender el por qué de las cosas y los casos que le rodean y encandilada hasta el fin de sus días por Willy, el sirviente cubano que plantó bajo su ventana un cactus candelabro que se abriría de golpe una noche -imposible saber cuándo- al alcanzar su madurez.

Hace unos días escuche o leí -no lo recuerdo bien- que la madurez entendida como inicio de la vejez se produce cuando interiorizamos el tiempo. Cuando los veranos dejan de ser eternos y el calendario empieza a marcarnos unos ritmos que intuíamos no más.. Como el télex que en 1958 decretó la partida de nuestros jóvenes compañeros de viaje.

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