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Y líbranos del mal, Santiago Roncagliolo

Y líbranos del mal, Santiago Rocagliolo

Ed.Seix Barral, 2021

395 p.; 18,90 €

ISBN 9788432238895

 

Santiago Rocagliolo, escritor y periodista consagrado, tiene una fijación con el mal, tanto con el que nos causamos a nosotros mismos como con el que somos capaces de inflingir a otros. El mal con sus múltiples caras y facetas. El mal con mayúsculas y el mal chiquito, que crece hasta la asfíxia si se ve ayudado por las fuerzas que se agitan a su alrededor.

Mago del lenguaje y de los ritmos, Roncagliolo nos enfrenta a un drama familiar como tantos otros, a esos secretos que impiden una relación sincera entre nuestro protagonista -el joven Jimmy- y sus padres, aparentemente seres normales y corrientes, si es que eso existe. Un triángulo que se tambalea: un padre que salió del Perú no sabemos ni como ni en que circunstancias y que no habla de esos tiempos, incluso negándolos en el lenguaje, dirigíendose a su familia siempre en inglés.

Mientras su existencia se sitúa en Brooklyn todo va más menos, pero la enfermedad de la abuela obligará al muchacho a viajar a Perú para cuidarla.Y ahí comienza el terremoto emocional. En la vieja casa familiar no hallará el cobijo deseado. Su padre no dejó amistades, ni tan siquiera conocidos… ¿Que puede haber hecho su padre -un simple administrador- para haber forjado ese manto de oscuridad?¿Por qué todos sus intentos de saber de esos años peruanos de su progenitor chocan con un muro?

Es muy duro acompañar al joven en unas pesquisas que nos sirven para conocer el submundo del país : el fanatismo religioso y el inmenso poder de las distintas iglesias, la realidad de la pederastia en centros educativos de las nuevas élites limeñas, el clasismo de una sociedad endogámica, la gran capacidad de las instituciones -civiles y eclesíasticas- para tapar escandalosas actividades, para ocultar el dolor y la rabia, para camuflar el mal.

Si hay que ponerle un pero a la novela, tal vez sería ese punto periodístico que siempre aflora en el escritor, que resta intensidad al dolor de los actores del drama. Pero también es de admirar ese ojo de reportero que por fases recrea el affaire de Marcial Maciel  y los legionarios de Cristo -hoy en la palestra por problemas con el fisco- y no deja títere con cabeza.

Ya lo dijo aquel: No habrá paz para los malditos. Ojalá.

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