Además, tiene la virtud de contar varias historias paralelas sin que el libro se alargue a las mil páginas y sin pecar de excesivo simplismo. Lo cual, a día de hoy en que la burbuja del ladrillo aún predomina en la literatura, no es moco de pavo.
Navegando en el proceloso mar de Google he visto comparar esta novela con Casablanca. Y tal vez no anden desencaminados, porque el autor Angel Wagenstein, judío sefardita para más señas y guionista cinematográfico de éxito, da muestras de una visión muy de celuloide. Aunque más bien yo describiría esta obra como un híbrido entre El pianista de Polanski, La colmena de Cela y El misterioso señor Brown de Agatha Christie (¿alguien se acuerda de esta novela?). Todo salpimentado con enorme ironía. Una ironía, en palabras del autor, muy propia del pueblo judío.
Altamente recomendable.