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Last Man, Vivès, Balak y Sanlaville

En Last Man se nos plantea una historia en principio de lo más sencilla. Un chaval que quiere participar en un torneo de lucha libre y que, tras ser rechazada su candidatura, consigue inscribirse gracias a un misterioso personaje llegado desde nadie sabe donde. Así, comienza la participación de esta extraña pareja en un extraño torneo y contra los adversarios más extraños. Pero atención, que esto es sólo el punto de partida de una odisea que nos llevará a recorrer los lugares más recónditos y peligrosos de un mundo que unas veces parece la Tierra Media y otras Las Vegas. Desconcertante, cuando menos.

Sin embargo, esta saga comiquera es mucho más que un batiburrillo de mil y una influencias, pretendidamente autoirónica, paródica y referencial, puesto que logra crear, ya desde la primera viñeta, un universo y una atmósfera absolutamente insólitos, rompedores y originales. Empezando por el formato manga, pasando por las pegatinas que regala para decorar carpetas, hasta llegar a las pinceladas de erotismo y violencia, se unen aquí todas la virtudes de una trama desenfadada, desprejuiciada, que no se toma en serio a sí misma y que, aún con todo ello, consigue alcanzar cotas de épica y emoción que pocas obras alcanzan.

Gracias a una galería de personajes muy bien perfilados (encabezados por el trío protagonista compuesto por una irresistible y magnética Marianne Velba, un trasunto de Jean Paul Belmondo y Stallone conocido como Richard Aldana y el a veces tierno, a veces terrible infante Adrian Velba), Last Man logra la proteica tarea de dar forma y atraer a un nuevo espécimen de lector-target, que ni es infantil, ni adolescente, ni adulto, ni hombre, ni mujer, sino todo lo contrario (el treinteenager ha muerto, viva el fortynager).

Esta joya del noveno arte viene firmada y avalada por lo más puntero de la Bande Dessinée francesa y por multitud de premios en el Salón del Cómic de Angoulème. Bastien Vivès, el auténtico fenómeno del cómic ultrapirenaico que a sus 32 añazos convierte en oro todo lo que dibuja (recordemos obras capitales como El gusto del cloro, Polina o Por el imperio), es el D’Artagnan de un trío de mosqueteros que ha puesto de rodillas a la crítica (y al arriba firmante) y que, no contentos con lo logrado, se disponen a ensanchar los ya de por sí amplios límites de esta epopeya adjuntando una serie de animación y un videojuego.

En definitiva, si queréis dar rienda suelta a vuestra faceta más desenfadada y desprejuiciada, recordar lo pipa que lo pasábais leyendo o contemplando los descacharrantes episodios de Dragoi bola, y además, queréis conocer nuevas sensaciones, extraños e ignotos mundos y despertar vuestro durmiente sentido de la maravilla, entonces, señoras y señores, Last Man es vuestro cómic.

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