Saint-Elme 1, Serge Lehman, Frederik Peeters
Astiberri, 2022
160 págs.
ISBN 9788418909689
Cicely, Twin Peaks, Fargo, Springwood y Obaba, entre otros, tienen una cosa en común: no existen. No al menos en el mundo real. No son más que creaciones de la mente humana, y sin embargo (o tal vez por eso) han logrado formar parte y ser hitos de nuestra geografía sentimental.
Unos, de modo positivo; los otros, en el negativo. Es más, diría que estos últimos (no voy a precisar cuáles) han llegado a ser el marco incomparable de nuestros sueños más terroríficos. Pues bien, en ese mapamundi imaginario que afortunadamente se expande como el universo ha surgido otra nueva parada: la tan inquietante como misteriosa Saint-Elme, creada por Serge Lehman y Frederik Peeters.
Se puede escuchar la recomendación sobre este libro en el programa «Ispilu beltza» de DK Irratia
Saint-Elme es un pueblo escondido entre montañas, idílico y detestable a partes iguales. Idílico porque está en medio de la naturaleza, rodeado de vacas y hierba; detestable porque ha sido dominado por la industria pesada. En definitiva, un pequeño Bilbao de los años 80. Pero en lugar de altos hornos, tenemos una industria creada alrededor de las fuentes de agua. Y esa industria va a enriquecer a una familia. Y esa familia tendrá negocios ocultos. Y a costa de esos negocios ocultos desaparecerá un joven. Y por él vendrá un detective privado. Y ese detective tendrá aspecto de Nicolas Cage, y su ayudante, de Yoko Ono. Y por si todo eso fuera poco, una plaga de ranas inundará el pueblo cual maldición bíblica.
Nicolas Cage, Yoko Ono, una plaga de ranas… Aquí está pasando algo raro, y sin embargo, ese trío será lo de menos en esta historia turbadora, surrealista y quizá sobrenatural; o no, quién sabe. En Saint-Elme nadie es lo que parece en principio, y la lista de personajes se convertirá en el verdadero protagonista de este cómic. Los autores ponen el acento en lo extraordinario de lo cotidiano, y una de las características más destacables de esta obra será el ambiente ominoso y asfixiante, generado por elementos extraños, oníricos e incluso terroríficos. Sólo tiene un defecto esta obra: no contar con la banda sonora de Angelo Badalamenti.