Hablar de Simon Scarrow es hacerlo de un profesor de historia que se lanzó a escribir novela histórica. Y a buena hora. Suyas son la magnífica serie de Macro y Cato -emocionantes aventuras en la Roma Imperial- y la recreación de las vidas paralelas de Wellington y Napoleón entre otras.
Dedicarse a este tipo de narrativa sin caer en la pesadez de miles de detalles y descripciones con la intención de desplegar toda la sabiduría adquirida sobre la época en cuestión, es bastante difícil y Scarrow lo logra, y con nota.
Corazones de piedra es una novela entretenida, ágil, bien escrita y bien documentada. Ambientada en paralelo en la época actual -Anna la joven profesora inglesa y su familia y la relación a través de las redes con un joven profesor aleman, Dieter- y en la Grecia de la Segunda Guerra Mundial -escenario de las aventuras de los abuelos de ambos jóvenes-.
Es en la ocupación alemana y en la actividad de los andartes -partisanos griegos-, donde se centra el grueso de la acción: los amores, los desencuentros, las viejas historias que la abuela Eleni no quiere contar, el yacimiento secreto, el despliegue del poder y la ideología nazi… componiendo un cuadro cercano y apasionante de las vidas de los personajes.
Aquellos jóvenes que antes de la guerra disfrutaban del verano en las islas griegas, que juraron volver a encontrarse..y que lo hicieron, sí, pero en las peores circunstancias.
Aunque a veces los personajes son algo arquetípicos, hay que agradecerle al autor el esfuerzo por acercarnos a la época y, sobre todo, reflejar tan vivamente la perdida de la inocencia, el descubrimiento del amor, el dolor al desprenderse de aquellos valores que creían inmutables… la terrible herida que causa ver tu mundo hacerse pedazos y tener que hacer algo al respecto, a veces asumiendo terribles riesgos.
Scarrow nos cuenta una historia de la historia, cercana, real.. una de las muchas que nos rodean y que deberíamos tener más presente, sin importarnos tanto el tiempo transcurrido… Como Anna, la joven profesora, hará saber y sentir a sus alumnos que, aburridos, le preguntan para qué sirve la Historia.