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El paraíso perdido, de John Milton, Pablo Auladell

A primera vista, recomendar en un blog literario obras premiadas puede parecer un acto de suprema jeta serrana. Como proclamar a los cuatro vientos que Maradona jugaba bien al fútbol. Pero tampoco es menos cierto que los premios literarios, sean del pelaje que sean, no siempre dan en la diana. Por ello, no nos parece baladí reconocer públicamente que un determinado premio esté merecidísimamente concedido. Es el caso de la obra que hoy queremos recomendar especialmente y que fue ganadora del Premio Nacional de Cómic 2016. Premio que, dicho sea de paso, no da puntada sin hilo y es ya una referencia ineludible para todos los fans del noveno arte.

El autor de El paraíso perdido, el dibujante e ilustrador Pablo Auladell, se incorpora por la puerta grande a nuestro particular panteón de deidades comiqueras. Y nunca mejor dicho, por cuanto el tema tratado es precisamente el de dioses y monstruos. Reproduce en lenguaje de viñetas y bocadillos la imperecedera obra del poeta inglés del siglo XVII John Milton, lo cual puede parecer sorprendente, pero visto el resultado, hemos de afirmar que la copia no desmerece en nada al original (con la venia de tan insigne literato). Dicho lo cual, también quisiera añadir que el mundo de la poesía no le sienta nada mal al cómic. Cierro digresión.

Reproduce esta novela gráfica, decíamos, la obra en la que Milton, gigante de las letras anglosajonas, con hermosas y épicas palabras, glosa el génesis de la Humanidad y el Origen del Mal. Un mal encarnado en un Satán verdaderamente escalofriante en manos de nuestro premiado dibujante, que lo mismo mueve a lástima como a profundo pavor. Tan pronto se siente uno identificado con él, como lo rechaza visceralmente. Pavor, sin embargo, no mayor que el provocado por un Dios omnipotente y su cohorte de arcángeles, glacial y terroríficamente bellos en la pluma del ilustrador alicantino. Su arte muestra lo sobrehumano de estos seres gracias a una magistral combinación y contraposición tanto de colores como de trazos. La caracterización de Satán, huyendo de todo estereotipo es, sencilla y llanamente, soberbia en cualquiera de sus encarnaciones, digna de convertirse en arquetipo estético para futuras generaciones. Al diablo con el olor a azufre, los cuernos y el rabo puntiagudo, el Satán de Auladell es digno de poblar, en adelante, nuestras más perturbadoras pesadillas.

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