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La señora Caliban

Rachel Ingalls

La señora Caliban, Rachel Ingalls

Minúscula, 2018

121 páginas, 16,50 €

ISBN 9788494834882

Post hau gaztelaniaz dago.

Un ser grande, verde y apuesto, aparece en la cocina de la señora Caliban. Dorothy Caliban vive en un barrio residencial cerca del mar. Es el ama de casa amable, atenta, eficaz… ninguneada por su marido Fred. La mujer perfecta. La mujer invisible.

La radio la acompaña en sus tareas domésticas anestesiandola de sus pérdidas: su hijo, el bebé, el amor y el afecto de su marido, su trabajo, su vida social…

Ella sigue sus rutinas y sobrevive, ha dejado de soñar y de desear… hasta la aparición de Larry, el hombre-monstruo escapado del oceanográfico. Este es el interesante punto de partida que nos propone Rachel Ingalls.

Vaya, ¿la bella y la bestia? ¿El guión de una peli de serie B con criaturas marinas de pega? ¿No se da un aire a la última de Guillermo del Toro?

Va a ser que no. Esta joya vio la luz en 1982 y es considerada un clásico de la novela norteamericana -en1986 el British Book Marketing Council la cita como una de las 20 mejores tras la 2a Guerra Mundial- y cuyos mimbres resultan tan actuales que causan sonrojo.

Ese monstruo es el secreto de Dorothy, un resplandor, una chíspa de alegría: quiere descubrir, aprender, a pesar de haber sido torturado en el laboratorio. Pasar el aspirador o atiborrarse de aguacates y pepinillos son fantásticos pasatiempos para él.

Nuestra “adorable mujercita” renace, resplandece a ojos vistas, excepto para su obtuso e infiel marido.

A Ingalls le bastan 121 páginas para ahondar -con pinceladas de humor y gran plasticidad- en el antes, durante y después de la aparición de Larry, el aquaman, que representa al primer novio, a las primeras caricias, a la ilusión naciente… que hace revivir a Dorothy y le permite recobrar el timón de su vida.

¿Qué será de ese amor clandestino y trasgresor?¿Será capaz Fred de mirar más allá de su corbata?¿Cercará la policía al ser misterioso?… En un suspiro pasa el tiempo y un suspiro se escapa también tras su lectura.

Los trenes pasan… Sólo hay que estar dispuesta a montarse en ellos.

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