En estos momentos en los que estamos reivindicando «El derecho a leer en electrónico» llega a mis manos una pequeña joya literaria titulada «Elogio del libro de papel».
El autor Antonio Barnés, filólogo y profesor universitario reflexiona sobre Internet, la palabra, el conocimiento, las bibliotecas y los libros.
No es antagónico elogiar el libro de papel y a la vez reivindicar la posibilidad de elegir la lectura digital.
Las bibliotecas podemos ofrecer respetando la legalidad ambos soportes y reeducar al usuario. Prohibir el préstamo de libros electrónicos o ponerle demasiadas dificultades favorece la piratería.
EBLIDA y FESABID reivindican el «derecho a leer en electrónico». Ya es hora de que tengamos una nueva Ley de propiedad intelectual que posibilite a las bibliotecas ofrecer un préstamo de libros electrónicos de novedades que nos ayude a situarnos en el siglo XXI.
El Gobierno Vasco y el sector editorial de Euskadi han llegado a un acuerdo para prestar libros digitales «Una licencia de pago por usos, que nos permitirá veinte préstamos distintos, sin límite de tiempo». Acuerdo que mejora el del Estado el de Libranda pero que para las bibliotecarias es insuficiente.
El acuerdo es un acuerdo para alquilar licencias de libros electrónicos y según la encuesta de Pew Research (Zickhur eta al. 2012) el modelo ideal para las bibliotecas es adquirir licencias de acceso a perpetuidad es decir ser propietarias del fichero que adquieren
Bienvenido de todas formas el acuerdo realizado por el Gobierno vasco, entendiendo que es un primer paso, pero por razones obvias este acuerdo beneficia al editor no a la biblioteca, y como la biblioteca es la garante de los derechos del lector, perjudica a este último.
«No he comprado un solo libro en la carrera»
Una de las razones por las que Antonio Barnés escribe «Elogio del libro de papel» es la afirmación de un estudiante de cuarto de ingeniería, llamado Rodrigo, que dice con orgullo «No he comprado un solo libro en la carrera» a la sugerencia de su profesor de comprar un manual de ejercicios.
No sólo tenemos que reivindicar el derecho a leer en digital, sino que tenemos que preocuparnos por el desprecio de cierta intelectualidad respecto al libro de papel. Si un alumno de universidad no compra ni un libro ni en papel, ni en digital (85% de descargas ilegales en España) vamos hacia una sociedad de universitarios que ven en Internet el Oráculo de Delfos, un pozo de conocimiento sin fondo, que atribuye el mismo valor a una cita de Twitter que a la reflexión de un especialista.
El anonimato de la sociedad digital, la horizontalidad de Internet no debe confundir. Hay una jerarquía que debemos respetar la jerarquía del que tiene más conocimiento, del saber.
Respecto a la pervivencia de lo digital, conviene recordar que la BBC gastó dos millones y medio de libras en crear una versión informatizada, multimedia del Domesday book, y que dieciseis años después en 2002 se hace un intento de leer la información y que la tentativa fracasó. Supongo que lo solucionarán pero ahí sigue el Domesday original, escrito con tinta sobre papel y que se lee perfectamente.
«Elogio del libro de papel» es un alfabeto literario» que recupera la palabra, la cita exacta, no en vano el libro está escrito por un filológo. «Frente al misólogo se alza la figura del filológo: el que ama las palabras». Creer que despreciar los libros de papel es signo de progreso, es ser bastante necio. La universidad es la fiesta de los libros, el cine, las obras de teatro.
Por lo tanto espero que Rodrigo sea la excepción y no la regla común, ya que tendremos muchos titulados pero como dice Antonio Barnés «Habrán pasado por las aulas como el agua entre las piedras».
Necesitamos en Internet brújulas y mapas, y un marco legal que garantice la posibilidad de la lectura en electrónico en las bibliotecas.