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Caída y auge de Reginald Perrin, David Nobbs

Esta obra es un clásico de la comedia inglesa y en su tiempo fue inspiradora de una serie de televisión muy famosa en el Reino Unido. Destila humor inglés desde el principio, un humor fino y sutil, y en esta historia no exento de cierta crueldad.

El protagonista de esta novela, Reginald Perrin, lleva una vida normal, monótona y rutinaria. Tiene un buen trabajo, es un ejecutivo de Postres Lucisol, está felizmente casado con Elizabeth con la que tiene dos hijos y una suegra obesa a la que llama hipopótamo. Vive lejos de su trabajo y por ello tiene que coger el tren todos los días. Y además tiene una secretaria con la que mantiene una relación sentimental.

Aparentemente todo va bien, pero solo aparentemente, pues de pronto sufre una crisis nerviosa que le desbarata su forma de vida y empieza a hacer cosas que van en su contra, y también de su empresa, de su familia, de su suegra, de su secretaria y de sus colegas de trabajo ¿Qué habrá pasado?.

Al parecer, quiere romper los lazos con su vida anterior y decide desaparecer y realmente lo hace, simulando su propio suicidio. Cambia de aspecto, busca un trabajo de jardinero, pero poco a poco se da cuenta de que echa de menos a su mujer, hijos y suegra incluida.

Mientras tanto su mujer se compromete con un antiguo amigo con el que decide iniciar una nueva vida y piensan casarse cuanto antes. Pero, hay una vuelta de tuerca en esta historia y es que Reginald Perrin siente tanta añoranza por su gente que decide presentarse y por la primera que comienza este retorno es por su hija y después aparece en su propio funeral, donde su mujer le reconoce, pero no dice nada.

¿Cómo acabará esta historia un poco loca, entrañable y simpática? No voy a desvelar el final de la novela, pues espero que lean el libro y que les guste tanto como me gustó a mí.


Una reina en el estrado, Hilary Mantel

Enrique VIII de Inglaterra. Ana Bolena. Thomas Cromwell. Estos nombres ya de por sí son lo suficientemente evocadores como para seguir leyendo lo que nos echen (incluso esto mismo). Si a usted no se lo parece, si se ha quedado como una vaca mirando al tren, entonces huya como alma que lleva el diablo.

¿Sigue ahí? Bien, prosigamos. La historia ya nos la sabemos (cuando hay un Tudor de por medio, mejor tener un buen abogado cerca). Ahora bien, aunque los ingredientes sean de calidad es importante conocer al cocinero y saber cómo se maneja a los fogones. Por poner unos ejemplos: Victoria Holt, Jean Plaidy, Philipa Carr o como diablos quiera llamarla (que le dio al tema Tudor a base de bien) nos obsequiaría con un menú del día, bueno, bonito y barato. Arturo Pérez-Reverte, a quien, como sabemos, el tema histórico le hace la boca agua, se pasaría con el vinagre (pérfida Albión y todo el rollo). Y, ya más cerca de casa, Edorta Jiménez (a quien también motiva la Edad Moderna) nos ofrecería un buen plato de sardinas de Mundaka aux fines herbes. ¿Y qué decir de Hilary Mantel? Bueno, pues digamos que coge la materia prima y la trocea, despieza, mezcla y presenta de tal manera que parece que nos la comemos cruda, con sus sabores y aromas originales. Pero ojo que lo que nos cocina es un plato potente-potente, de fuerte digestión y de gloriosa siesta. Y con él vamos a hacer el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Y encima nos va a dejar un regustillo que da pena hasta cepillarse los dientes.

Si somos más de ensaladita y yogur a lo mejor se nos indigesta un poco, pero le prometo que no olvidará a Thomas Cromwell en mucho tiempo. Además, ¿acaso no merece todo un Premio Man Booker 2012 un atracón? Y ya puestos, si le va la marcha, le informo de que tiene precuela, también con premio gordo. Haute cuisine, oiga.