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Una reina en el estrado, Hilary Mantel

Enrique VIII de Inglaterra. Ana Bolena. Thomas Cromwell. Estos nombres ya de por sí son lo suficientemente evocadores como para seguir leyendo lo que nos echen (incluso esto mismo). Si a usted no se lo parece, si se ha quedado como una vaca mirando al tren, entonces huya como alma que lleva el diablo.

¿Sigue ahí? Bien, prosigamos. La historia ya nos la sabemos (cuando hay un Tudor de por medio, mejor tener un buen abogado cerca). Ahora bien, aunque los ingredientes sean de calidad es importante conocer al cocinero y saber cómo se maneja a los fogones. Por poner unos ejemplos: Victoria Holt, Jean Plaidy, Philipa Carr o como diablos quiera llamarla (que le dio al tema Tudor a base de bien) nos obsequiaría con un menú del día, bueno, bonito y barato. Arturo Pérez-Reverte, a quien, como sabemos, el tema histórico le hace la boca agua, se pasaría con el vinagre (pérfida Albión y todo el rollo). Y, ya más cerca de casa, Edorta Jiménez (a quien también motiva la Edad Moderna) nos ofrecería un buen plato de sardinas de Mundaka aux fines herbes. ¿Y qué decir de Hilary Mantel? Bueno, pues digamos que coge la materia prima y la trocea, despieza, mezcla y presenta de tal manera que parece que nos la comemos cruda, con sus sabores y aromas originales. Pero ojo que lo que nos cocina es un plato potente-potente, de fuerte digestión y de gloriosa siesta. Y con él vamos a hacer el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Y encima nos va a dejar un regustillo que da pena hasta cepillarse los dientes.

Si somos más de ensaladita y yogur a lo mejor se nos indigesta un poco, pero le prometo que no olvidará a Thomas Cromwell en mucho tiempo. Además, ¿acaso no merece todo un Premio Man Booker 2012 un atracón? Y ya puestos, si le va la marcha, le informo de que tiene precuela, también con premio gordo. Haute cuisine, oiga.

 

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