El libro titulado El pirata y el boticario es un libro especial y cualquiera que lo coja en sus manos lo podrá percibir. Primero porque es un cuento infantil escrito por el eterno Robert Louis Stevenson, que ya de por sí no es cualquier cosa, y porque además es un texto inédito por estos lares. Y segundo, y quién sabe si de manera más importante, por la extraordinaria calidad de las ilustraciones. El responsable de estas es un tal Henning Wagenbreth, artista alemán radicado en Berlín para más señas, de cuya obra tenemos un par de ejemplos en la Red de bibliotecas y que lo mismo le da a la ilustración, como al cómic como al diseño gráfico.
La historia es simplemente genial, escrita en verso, nos contrapone a dos tipos de criminales, solo que uno es aceptado por la sociedad y el otro no. Uno tiene una pátina de respetabilidad y el otro no. ¿Pero cuál de los dos es peor? Eso que lo decidan los lectores. Se ve que Stevenson tuvo algún tipo de trauma con algún boticario (¡Oops, habemus spoiler!). Y que nos perdonen los boticarios, pero hay que tener en cuenta que al escritor escocés le apasionaban los piratas. Nosotros al menos se lo perdonamos.
Y si el cuento es genial, qué no diremos de la magnífica obra del ilustrador. Digamos simplemente que es como si a Georges Grosz le diera por ilustrar para niños. Expresionismo alemán a tope. Impagable la recreación a doble página de los abordajes del bucanero, tan vívida que hasta parece que las llamas quemaran de verdad.
Para enmarcar.